A través de los tiempos, el Espíritu Santo ha suscitado hombres y mujeres que han marcado un camino de Evangelio en las diferentes etapas de cambio de la historia. Si bien el Evangelio es el mismo para todos y todas, las personas pueden sentirse atraídas y llamadas a imitar algunas actitudes particulares y acciones de Jesús como respuesta tanto a sus aspiraciones personales como a las necesidades y a la problemática de su tiempo.
María Eugenia ofrece un camino sencillo que se dirige a todos. Muy joven, tuvo una experiencia de Jesucristo y de la Iglesia, experiencia que se revelará como su camino hacia Dios y hacia la santidad. Ella se alimenta de los tesoros de la Iglesia y crea una nueva espiritualidad que une la oración, el estudio y el apostolado: una fuerte vida de comunidad con una acción enraizada en la contemplación, la adoración de Cristo en el Santísimo Sacramento y la Liturgia de las Horas, el desprendimiento gozoso, invitación a ver las cosas como Dios las ve. Esta espiritualidad se nos ha transmitido a través de sus escritos y la experiencia de generaciones de hermanas.
María Eugenia nunca separa a Cristo de la Iglesia, que es su Cuerpo y el instrumento del Reino. Quiere que su Congregación dé a conocer y amar a Jesucristo. Ella ama a la Iglesia en su historia, su espiritualidad, sus santos y todas sus obras.