Descubrir y reconocer la identidad del otro puede también conducir a reconocernos un poco en él. Porque las preguntas que nos hacemos sobre los otros corresponden frecuentemente a las preguntas que llevamos a cerca de nosotros mismos. Como Madre María Eugenia y Madre Thérèse Emmanuel, tenemos necesidad del otro, de un testigo, para que nos descubra a nosotras mismas, para conducirnos a Dios y a los demás.
La Palabra de Dios invita sobre todo a la relación, tan indispensable para el encuentro. Una vida que no se alimenta de relaciones verdaderas, sólidas, profundas y durables, no se sostiene. Porque como dice Ben Sirá el Sabio «...buenas relaciones, puedes tener muchas en el mundo; pero ¿confidentes? Escoge uno entre mil !…Un amigo fiel es refugio seguro, el que lo encuentra, encuentra un tesoro… » (cf. Ben Sirá el Sabio (Eclesiástico) 6, 5-17). Esta fue la relación entre nuestras dos madres.
El Papa nos invita con insistencia a la «cultura del encuentro» que consiste en salir al encuentro del mundo de hoy, de nuestros hermanos y hermanas hacia los que Cristo nos envía. La relación con los otros nos enriquece, como el encuentro con Dios nuestro Creador que nos lleva a la luz y al crecimiento en humanidad.
3- En las fuentes de nuestra vocación, el encuentro
El mismo Dios, el Dios Trinidad, es relación. En su Hijo, vino a nuestro encuentro para que nos reconciliáramos con Él y entremos en relación unos con otros. Y cuando nos envía, es para que vivamos la fraternidad. Pero para el encuentro, se necesita la búsqueda, ponerse en camino, un camino que puede ser, casi por sorpresa, el de nuestra vocación. En el Evangelio, cuando Juan Bautista señala a Andrés y a sus compañeros a Jesús como el Cordero de Dios, inmediatamente se pusieron en camino, en su seguimiento. Y, volviéndose, Jesús les preguntó: «¿Qué buscáis? (Jn 1,38) Esta conversación tuvo lugar en un camino. Inaugura el encuentro entre Jesús y sus primeros discípulos, en un contacto personal, inicio de una relación que les vinculará para siempre a su Señor y que les unirá en torno a ese mismo Señor. Pero fue necesario elegir y reelegir seguirlo con todo el corazón, con un compromiso personal y libre. Aunque nosotros lo hemos seguido gracias al testimonio o a la palabra de alguien, un día, Cristo nos pondrá frente a nuestra opción por seguirlo: «Para vosotros, ¿quién soy yo?» (Mt. 16,13) «¿También vosotros queréis dejarme?» (cf. Jn 6,60-69). Cuando perdemos la confianza, el Papa Francisco aconseja que nos preguntemos: « ¿cuándo tuvo lugar mi encuentro con Jesucristo, ese encuentro que me llenó de alegría?». …Y volver a ese primer encuentro con el Señor, «volver a la primera Galilea del encuentro: volver allí: reencontrarnos con el Señor y seguir adelante por esta senda tan hermosa, en la que Él debe crecer y nosotros disminuir» 6 Es allí donde podemos volver a tomar fuerzas, encauzar nuestro camino y continuar con Él en la ruta.
Jesús se deja descubrir, encontrar, pero nos invita siempre a ir más lejos: « vamos a otro lugar, a las aldeas vecinas, para que allí también proclame el Evangelio, porque para eso he venido » (Mc 1,29-39) El nos envía siempre de nuevo y ese movimiento hacia el otro es como una expresión de nuestra vocación. Al mismo tiempo que inaugura, por sus actos, una escuela del encuentro.
En efecto, Jesús encontró diferentes tipos de personas, en la sociedad y en el mundo religioso de su tiempo: fariseos, que se creían justos, y publicanos que se sabían pecadores, hombres y mujeres de toda condición, enfermos y sanos. Supo acogerlos a todos sin excepción, reconociendo en ellos a los hijos del Padre. Se dejó afectar, conmover, maravillar y modelar por todos los encuentros humanos. Vivió la compasión y manifestó la ternura, supo decir, en cada situación, la palabra que conviene. Supo meterse en la piel de todos para comprender los sufrimientos, las búsquedas, las súplicas, los deseos… En el encuentro con Él a través de la Palabra, podemos aprender también de Él la manera adecuada de ir hacia los otros tanto en lo cotidiano de la vida como en las situaciones imprevisibles o difíciles que se nos presenten. A través de todo, Él nos educa para la misión.
Nuestra vocación nos pone en camino hacia los otros. Saliendo a su encuentro, aprendemos a conocernos mejor y a ser realmente lo que debemos ser. De este modo Dios traza la senda con nosotros y nos conduce, como lo hizo con nuestras dos Madres. Él las unió para siempre en una amistad que creció entre ellas tanto en el seno de lo cotidiano como en los acontecimientos significativos de la vida de la Congregación.
Cada encuentro es una invitación a continuar el camino con otro. Como Asunción Juntos hacemos camino en comunión de valores y de una misma pasión, transmitida por nuestras Madres, de generación en generación. Nos enriquecemos mutuamente y nos fortalecemos en nuestras vocaciones específicas. La celebración del Bicentenario es una bella oportunidad para ir más lejos en la profundización de nuestra herencia, a través de la experiencia de dos pioneras.
Durante el CGP de Madrid la Provincia de España tendrá ocasión de encontrarse como Asunción Juntos y de celebrar el Bicentenario en Provincia. Allí festejaremos como Consejo el 10 de marzo antes de iniciar nuestro trabajo el 12 de marzo. El mismo entusiasmo gozoso resonará en muchos otros lugares. ¡Que todos estos momentos fuertes de familia y de nuevos encuentros, nos fortalezcan en la fe y refuercen los lazos de fraternidad y de comunión entre nosotros!
Que podamos conservar en el corazón un gran agradecimiento por nuestras diferentes vocaciones y por nuestra llamada común a La Asunción, volviendo a ella como a una fuente, para no perder jamás de vista a Aquel que es nuestro guía y nuestra luz, Aquel que da fecundidad a nuestras vidas.
En comunión con el Consejo General, os deseo una feliz fiesta mientras avanzamos gozosamente hacia la clausura del Jubileo del nacimiento de Madre María Eugenia y Madre Thérèse Emmanuel
¡Con todo mi fraternal cariño!
París, 3 de marzo 2017
Sr. Martine Tapsoba Superiora General